Somos Campo visitó la Granja de los hermanos Juan María y Héctor Bertero, para conocer la historia familiar y la trayectoria rural marcada por la prestigiosa Cabaña “Mariot”. En esta charla, un repaso de lo que es por generaciones, un legado campero que continúa latente.
En el año 1948, Marcelino Bertero junto a sus hermanos crearon la Cabaña “Mariot”. El espacio elegido fue su granja, en la cual y como el común de las chacras en la época, además de poseer un criadero de cerdos en ascenso, contaban con ganado vacuno y se desarrollaban trabajos agrícolas.
“Mis recuerdos de la cabaña comienzan de los años 70´ en adelante, allí nos asentamos en la granja. Participábamos de todas las muestras importantes, arrancábamos en marzo y terminábamos en octubre, en lo que respecta a exposiciones nacionales”, explicó “Juanci”.
Su hermano Héctor, continuó explicando que “era un trabajo a largo plazo”, con mucha paciencia, ya que se debía estar encima de los animales todos los días, sin feriados ni domingos. Desde preparación, cuidados especiales, comidas, hasta alistarlos para el día de la jura, lo que implicaba sacarlos a caminar, bañarlos, peinarlos, enseñarles a pararse.
Sobre este tema, especificó: “Gracias a estos cuidados, los ejemplares adquirían mucha mansedumbre, generando que la gente que lo compraba quedaba conforme con el rendimiento gracias a estas tareas”.
Según señalaron, la familia fue pionera en la raza Duroc Jersey, la cual le dio grandes Campeones, sumándoles con el tiempo Hampshire y posteriormente cuando se efectuaron los entre cruzamientos, el Spotedd Poland.
“Tenemos el orgullo de que la primera vez que vino el jurado americano a la fiesta del porcino sacamos el gran campeón Duroc jersey. Participamos en todas las fiestas hasta no hace muchos años, siempre estábamos en la pelea, contentos de poder asistir”, expresaron.
Siempre se destacaron sus animales por “la rusticidad y la adaptación” a cualquier tipo de campos, ya que en aquellos años no había criaderos confinados con comodidades como ahora. Generalmente, sus clientes utilizaban los ejemplares adquiridos para hacer entre cruzamientos y capones pesados de 130kgs.
Ambos participaron como cabañeros pero también en diferentes etapas fueron integrantes de la Comisión de la Sociedad Rural. Héctor destacándose de la parte de la exposición porcina y Juan María como Presidente durante diez años.
Los hermanos destacan todo lo bueno que les dejó esta actividad: “Andando por tantos lugares del país uno va haciendo muchas amistades con cabañeros, seguimos con algunos conectados, lamentablemente el sistema de cría fue cambiando y las cabañas se fueron relegando. Llego a haber 33 cabañas de Chañar solamente, por eso tiene nuestro sello y permanece la fiesta del porcino”.
Genética del Primer Mundo
Los años setenta fueron una época dorada para la producción porcina, especialmente en nuestra zona, que contaba con una treintena de cabañas que apostaban al crecimiento y la expansión. Tal es así que se fueron adquiriendo animales de genética de Estados Unidos, lo que les dio muchísimo prestigio en los diversos certámenes que se presentaban.
“Con un amigos cabañeros surgió un viaje a EE. UU. para buscar genética, se dio todo muy rápido y fue una gran experiencia, inolvidable, ya que en esa época allá había muchos criaderos con nuevas tecnologías, diferente forma de cría, quedábamos sorprendidos”, explicaron.
Sumado a esto, mencionaron que anteriormente tuvieron una gran experiencia, con un padrillo que les habían traído de Norteamérica, del cual con los hijos de ese lograron muchísimos campeones y también los nietos, que se vendían a las cabañas.
Los dos recuerdan con mucho cariño a su padre, quien tenía a cargo de manera exclusiva la cabaña, ya que sus hermanos se dedicaban a la ganadería y la agricultura. De él fueron aprendiendo todas las técnicas que pudieron desarrollar con el paso del tiempo, ganandosé un nombre respetado en el rubro.
De Carneada y Yerras
La familia siempre tuvo un gran apego a las raíces camperas y el paso del tiempo los encontró con el avance de las generaciones, pero con la esencia intacta. Las carneadas y yerras continúan en pleno desarrollo, tal como lo plasmaron sus antepasados.
“Siempre la carneada fue una tradición para los inviernos, es un momento lindo porque somos un grupo de amigos que vienen a colaborar desinteresadamente, pasamos dos días contando anécdotas, cuentos, historias, eso se fue manteniendo y tratamos de mantenerlo a nuestros hijos y que a su vez encaminaran a los nietos. Luego lo que hacemos se transforma en presente o para alguna invitación, siempre es bienvenido”, exclamaron.
En cuanto a la técnica en la parte de trabajo, remarcaron que lo aprendieron de su papá y tíos y ellos continúan con esas formas, a pesar de modificar alguna cuestión pequeña, pero siempre manteniendo la misma rutina.
“Hace más de cuarenta años que realizamos las yerras, este 2020 la pandemia nos obligó a suspenderlo. Marcelino la primera que hizo compró 6 vacas hereford con cría en un remate de Copioli y desde allí empezamos. De ahí en adelante siempre estuvimos con esa costumbre, pasándola con un grupo de amigos, juegos y alegría”, finalizaron.
Esta es una historia de una familia que supo echar raíces y mantenerlas. Levantar las banderas de la tradición más allá del negocio y continuar con las costumbres que legaron los antecesores, siempre poniendo ante todo el cariño y la amistad de sus pares.
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