Gabriel Manero llega al corral lazo en mano y los elementos necesarios para adiestrar a su caballo. Lo acompaña su hijo Emiliano, quien minuciosamente escucha y aprende de las indicaciones de su padre, preparando seguramente, el camino hacia su futuro.
“El campo es lo que me gusta y agregado a lo que es este trabajo, le sumamos los caballos. Con mi papá siempre nos gustó junto a él y otra gente fui aprendiendo, sacando cosas y sumando experiencia, de todo se toman cosas interesantes”, explica Gabriel, más conocido como “Rocky”.
Desde chico, Gabriel se interesó por los equinos y además de las labores diarias quiso ir un poco más allá. Emigró a Buenos Aires a trabajar en un Haras, aprendió de doma, polo y en su pueblo natal, Chañar Ladeado, hasta creó su propia escuela de Hipismo.
“Como me gustaba mucho el hipismo quise hacer algo más. Tuve la posibilidad de irme a Buenos Aires, viví en varios lugares, rodeado de gente muy instruida en el rubro, a quienes siempre le decía les robaba la experiencia, lo que te evita años de trabajo para darte cuenta de ciertas cosas”, señala.
Sumado a esto, añade como concepto que los animales “no son todos iguales” y que “hay muchos libros escritos, pero el carácter del caballo no”, por eso juega mucho la experiencia adquirida con el paso de los años.
“Así fui logrando muchas cosas en el hipismo, sume contactos de gente que realizó su carrera en Argentina, Latinoamérica y Europa. Fue muy enriquecedor para mí, ya que además hice cursos y también incursioné en Polo, Atadas en carruajes, Salto; es muy amplio el rubro deportivo con caballos”, explica Manero.
El Adiestramiento
Según relata nuestro entrevistado, la tarea comienza una vez que termina la doma, se trabaja en un espacio reducido donde buscamos que el animal aprenda a doblar de cada mano (lo que se conoce como ceder a la pierna). Es un accionar progresivo hasta que el equino aprenda lo que uno le pide.
“Algo que siempre digo que hay que ser buen equilibrista arriba del caballo, el que lo tiene, logra un tipo de resultado y el que no lo consigue, se dificulta. Sin ello, sólo se puede sostener de las riendas y eso perjudica a un buen trabajo”, explica con claridad.
Gabriel volvió a su pago hace más de 20 años, aunque siguió viajando a Buenos Aires por los caballos, narra que nacieron mis hijos y no me fui más. Si bien tuvo la posibilidad de volver a competir no se dio y continúa con su vida ligada al ámbito rural.
Así mismo, desliza su iniciativa: “La espinita del caballo no se borra nunca, por eso estamos con bastantes ganas junto a mis hijos Emiliano y Luciano de arrancar un proyecto, relacionado al hipismo, cabalgatas y todo lo relacionado al rubro, para la gente que tenga interés de aprender”.
Cruce de la Cordillera
Si hay otro capítulo importante en la vida de Gabriel Manero, tiene que ver con el Cruce de los Andes. El jinete se puso en la piel del mismísimo Gral. José de San Martín y vivió una experiencia que no se olvidará jamás.
“Dos veces hice el cruce de la cordillera, nació como casualidad en un viaje a rosario, encontré a gente que lo organizaba y me sumé es algo incontable, puedo decir mucho pero hay que vivirlo, en mula a esa velocidad no te perdés detalle, no te alcanza el tiempo para mirar.
Manero nos cuenta que la primera experiencia fue desde Mendoza hacia el “Cristo Redentor” y al regresar llegaron hasta “Puente del Inca”. La segunda fueron por “Los Patos”, donde fue el General, hasta Barriales y ahí hasta el límite con chile ida y vuelta.
Finalmente, nos deja una reflexión sobre el Campo argentino.“Uno puede escuchar mucho en la tele, opinar, pero el campo hay que vivirlo. Yo pasé cosas, pero nunca se deja la profesión, porque la libertad que se tiene acá no se tiene en ningún lado, esto se lleva en la sangre, el campo es así y siempre hay que venir con muchas ganas”.
Esta es una de las muchas historias que nos rodean y que valen la pena ser contadas. Días de trabajo, sacrificio, oficio, pero por sobre todas las cosas, Pasión por este campo argentino, que será siempre el motor de nuestro país.
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