Los pronósticos para el año 1952 eran desalentadores; La desastrosa cosecha obligó a consumir pan negro de calidad inferior, elaborado con centeno y mijo. Además se restringieron nuevamente las importaciones, con el consabido efecto sobre la producción industrial.
El gobierno peronista desarrolló un “Plan Económico” apuntaba directamente a detener la inflación. El mensaje era moderar el desenfrenado consumo de los primeros años, para descomprimir la situación del comercio exterior; La crisis era palpable para todos.
La retracción fiscal se combinó con una política monetaria mucho más restrictiva que hasta entonces. La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero descendió abruptamente, la inflación había pasado a ser una preocupación gubernamental de primer orden.
Se creó una Comisión Nacional de Precios y Salarios. Hubo medidas que apuntaron al aumento de las exportaciones; La faena de animales se restringió como manera de reducir la inestabilidad de la exportación vacuna.
Después de años de ser perjudicados por las políticas del IAPI (Instituto Argentino de Promoción del Intercambio), los productores agropecuarios comenzaron a recibir precios algo más favorables, como así también cambió la actitud hacia el capital extranjero.
La liberal política de crédito para la industria fue moderada en nombre de la estabilidad monetaria; el virtual impuesto a las exportaciones agropecuarias que estaba implícito en las políticas del IAPI, fue reemplazado por una deliberada política de aliento al sector rural.
La política de estímulo a las exportaciones agropecuarias descansó solamente en los subsidios del IAPI y no en una devaluación. De esta manera se lograban “precios remunerativos” para el campo y además el gobierno pasó a tener en cuenta al sector agropecuario en la asignación de créditos.
Uno de los pasos fundamentales del peronismo para revertir la oposición rural fue la firma de sucesivos protocolos con Inglaterra, que establecía condiciones de comercialización para las carnes argentinas, solucionando el conflicto generado años atrás por términos impuestos por el IAPI al poco tiempo de su creación.
Hubo intentos más o menos viables para bajar los costos de producción y aumentar la productividad agropecuaria argentina; Se fomentó la investigación, innovación en modos de producción, mejoras en la sanidad y un importante incremento en la venta de maquinarias.
Sin dudas, los mandatarios se dieron cuenta que para salir de la crisis debían devolverle el lugar importante al sector agropecuario, del que nunca debió haber salido.