Hacia fines de la década del 40´, dominaba la sensación de que lo económico se encontraba sumamente encaminado, mientras que puertas adentro, Perón se ocupaba de realizar una reforma que le permitiera ser reelecto en 1952.
Ésa misma reforma, criticada por la oposición a tal punto de que algunos partidos no se presentaron a los sufragios, le permitió ganar cómodamente las elecciones, precisamente el punto más significativo fue el artículo 40, el cual consagraba la monopolización del comercio exterior por parte del estado, declarando propiedad del estado los servicios públicos y las fuentes de energía.
Muchos diarios fueron adquiridos por el gobierno y las emisoras radiales fueron estatizadas en casi su totalidad. La victoria peronista fue tan fácil como las elecciones constituyentes ante la UCR, quienes corrieron con la importante desventaja de no poder acceder a los medios de comunicación.
La intensa expansión del producto y del gasto durante ese periodo había sido fomentada desde el gobierno, aprovechando circunstancias excepcionales. La particular situación mundial de la posguerra, caracterizada por la demanda de alimentos, colocó a los términos de intercambia externos a la Argentina en lo que sería el punto más alto del siglo.
Los límites a las importaciones y la expansión monetaria y crediticia especialmente dirigida, habían estimulado un veloz crecimiento de la industria, que en sus ramas livianas ya abastecía en gran parte el consumo nacional.
Hubo una causa determinante que derivaría en la crisis del sector. La campaña agropecuaria de 1949/50 estuvo signada por una fuerte sequía, que fue un anuncio de la que con mayor rigor azotaría al campo argentino en la campaña siguiente de 1950/51.
Nuestro país exportó en 1949 por un valor de 933 millones de dólares, contra 1600 del año anterior. Esa drástica reducción en las divisas disponibles, combinada con el aumento de los precios de los artículos que el país obtenía del exterior, obligó a comprimir aún más las importaciones, ya bastante restringidas.
El aumento de la inflación, fue acompañado por un ajuste en los tipos de cambios de alrededor del 33%, que sumó la devaluación de la libra esterlina respecto del dólar. El nuevo gabinete económico no veía a la inflación como un peligro incontrolable; Eliminó la cláusula que obligaba al Banco Central a respaldar reservas internacionales por menos del 25% de base monetaria; Para algunos peronistas, la inflación era un mal necesario.
El salario real aumentó levemente y los precios agropecuarios recibieron un inesperado impulso, así y todo el gobierno peronista tuvo que tomar un préstamo exterior por 125 millones de dólares; esto incentivó el endeudamiento privado con el exterior.
En 1951 el panorama volvió a empeorar, la inflación superó la tasa de aumento salarial, mientras que una terrible sequía reducía la cosecha de los principales cultivos a la mitad. El modesto superávit de 1950, se convertía en un cuantioso déficit de 1951.
La reaparición de huelgas a partir de esos años, contribuyó a difundir la sensación de que una era de rápido progreso popular estaba concluyendo. Comenzaron conflictos entre trabajadores y empresarios; el deterioro de la economía estaba jugando un papel importante.