La propensión argentina a consumir mucho y ahorrar poco durante las épocas de bonanza y optimismo también se notó en el Estado. La práctica de gastar por encima de los ingresos positivos no había sido infrecuente en el pasado; Una tendencia al “Desahorro”.
La interrupción de la corriente de capital británico a la Argentina desde 1914 fue la consecuencia más perjudicial de la guerra para la economía nacional. La posibilidad de seguir financiando el crecimiento argentino con préstamos e inversiones inglesas estaba descartada.
Las desfavorables circunstancias externas que imperaron desde 1929 y el desorden administrativo del gobierno de turno, comprometieron seriamente las cuentas del estado argentino.
El progresivo deterioro de la situación presupuestaria del país se potenciaría intensamente con “La Gran Depresión” de 1930. La caída de la Bolsa de valores de Estados Unidos fue la más desbastadora a nivel global, dejando una larga duración de secuelas para todo el mundo.
Si bien en un principio se pensó que se trataba de una nueva recesión, como la que había ocurrido en 1929, el lento transcurso de años sin perspectivas de recuperación hizo evidente que había algo más que un nuevo “valle” en el ciclo económico mundial.
Argentina había asumido el papel de “Exportador de Alimentos” e “Importador de Manufacturas” en el sistema de división internacional del trabajo, que giraba alrededor de Gran Bretaña.
Las exportaciones eran fundamentales no sólo para mantener altos niveles de empleo y actividad sino además, para poder exportar aquellos bienes que el país no producía. La Gran Depresión afectó severamente las posibilidades de importación y los precios de los productos de exportación argentinos cayeron alrededor de un 42%.
La mejora en los métodos de producción agrícola y ganadera, a través de nuevos conocimientos genéticos, la utilización de bonos y una mecanización más eficiente de la producción, parecía estar generando un aumento mayor de la oferta al de la demanda.
La salida de capitales extranjeros hizo que la nación perdiera 173 millones de dólares de reservas. Hasta 1931 el gobierno entregaba el oro que demandaban los importadores para sus pagos exteriores a cambio de pesos, esto congestionaría el normal funcionamiento de la economía.
Muchos arrendatarios y pequeños propietarios fundidos por la baja de precios agrícolas se trasladaban a las ciudades en busca de oportunidades, pero las dificultades en Rosario, Córdoba y Buenos Aires no eran menores que en el campo. Los salarios en pesos bajaron y los consumos considerados prescindibles se redujeron abruptamente.