Más allá del incipiente crecimiento industrial, la economía argentina seguía un patrón de crecimiento basado en producir bienes primarios e intercambiarlos en el exterior. Diferentes datos marcan que a principios del siglo XX, la suma de importaciones y exportaciones representaban alrededor de la mitad del producto bruto interno argentino.
Las exportaciones agropecuarias representaban el 95% del total de las ventas externas, desde 1880 creció sostenidamente el porcentaje de cereales y cayó el de productos pecuarios. Hacia 1914, la participación de la agricultura y la ganadería en el comercio era similar.
La caída relativa de las exportaciones ganaderas no se produjo como una reducción del valor absoluto de las mismas, es sólo que el ritmo de crecimiento de las exportaciones de origen agrícola fue mayor; De ocupar el 6to lugar como país exportador de granos en 1888, Argentina pasó al 3er puesto en 1907, siendo sólo superada por Estados Unidos y Rusia.
La relación bastante estrecha entre los ciclos económicos y la suerte de los términos de intercambios externos, resalta la importancia que el comercio exterior tenía en la economía argentina de entonces.
Comparando entre décadas, la de 1880 se caracterizó por precios de exportación en crecimiento y de importación más o menos estables, al tiempo que se producía una fuerte expansión de la economía.
En la década de 1890, la situación se revirtió: cayeron tanto los precios de los productos del campo como los bienes de importación, pero éstos en una menor proporción, mientras la economía se mantenía en secesión hasta la mitad de la década.
La política económica sostuvo, a lo largo del período 1880-1914 y aún después, ciertas líneas básicas que se mantuvieron prácticamente inalterables. Ningún Gobierno revocó el fomento a la inmigración y el capital extranjero ni revolucionó la política comercial.
El área más inestable fue la “cuestión monetaria”. Una vez consolidada la autoridad federal y alcanzada una rápida taza de crecimiento, las dificultades para establecer un patrón monetario confiable fueron por mucho tiempo insalvables.
Hasta comienzo del siglo XX, los períodos de depreciación e inflación, se alternaron con épocas de convertibilidad y estabilidad de precios, con episodios de apreciación y deflación.