Continuando en este viaje por la historia y la formación del sector agropecuario en nuestro país, en esta edición vemos el contexto mundial y cómo la nación se iba acomodando a esa cadena. También fue la época que marcó el comienzo de la llegada de los inmigrantes europeos.
La economía mundial en la que la Argentina comenzó a insertarse decididamente después de su pacificación interior tenía como rasgos centrales la creciente integración de mercados y el rápido crecimiento de la producción.
El capital cruzaba fronteras sin restricciones, permitiendo a los países endeudarse a un ritmo mayor que en cualquier momento del siglo XX, mientras la producción crecía a un 2,7% anual en el mundo. Hasta la Primer Guerra Mundial se prologó esta tendencia a la Internacionalización y crecimiento sostenido de la economía.
Si bien Estados Unidos era ya un país globalmente más rico, Inglaterra tenía un ingreso per cápita más alto, siendo superado tan solo por algunas de sus colonias como Australia. La influencia británico sobre el resto del mundo no era únicamente consecuencia de su riqueza, sino a la particular organización de su economía.
Inglaterra había adoptado los principios del Libre Comercio y la Especialización, inspirados en Adam Smith y David Ricardo. La derogación de las proteccionistas Leyes de Granos en 1846 marcó el triunfo del librecambismo en ese país.
La posición de Argentina en el mundo a partir del último cuarto del siglo XIX puede describirse como la aceptación de un lugar bien definido en el sistema de división internacional de trabajo cuyo centro era Inglaterra: El de Productor Agropecuario e Importador de productos manufacturados.
La Incorporación de nuestro país al Circuito Inglés fue tardía, su momento de gloria fue en el período 1880-1914, pero no fue tiempo suficiente para afianzarse sólidamente autónoma, a prueba de crisis externas que pudieran ocurrir.
Las luces del centenario de la Revolución de Mayo mostraron una Argentina distinta, con un nivel de ingreso por habitante superior a Francia y cercano al de Alemania. La expansión económica del tercio de siglo entre la consolidación de la Organización Nacional y la Primera Guerra tuvo facetas íntimamente relacionadas.
El lugar geográfico (Pampa Húmeda), actividades principales como la Ganadería y la Agricultura y la instalación de capitales extranjeros, manifiesta la instalación de ferrocarriles y una gran inmigración.
Era todo un desafío para los Gobernantes de las décadas finales del siglo XIX coordinar la incorporación de los recursos. Las tierras ya estaban ahí, con una fertilidad de la que no pocos dudaron en un principio, pero nada podría lograrse si no se acortaban las distancias entre la vasta llanura y el puerto; el ferrocarril sería el encargado de esa tarea.
El Capital era necesario también para utilizar mejoras en la explotación y en la adquisición de maquinarias. La tercera pata del progreso era el trabajo. El gobierno fomentó la incorporación a través de subsidios y ventajas a los Inmigrantes. La ausencia de estos tres factores (Trabajo, Capitales, Tierra) habría hecho imposible tal transformación.