El Gobierno provisorio convocó a un nuevo Congreso General de las Provincias unidas, buscando recomponer la cada vez menor credibilidad que los gobiernos porteños tenían en el interior. Se resolvió que el mismo tuviese por sede la ciudad de San Miguel de Tucumán, lo que era además, una muestra de cierto optimismo.
Por esos días, se realizaba la tercera expedición al Alto Perú, en esta ocasión dirigida por José Rondeau. La misma contaba con el apoyo de los patriotas que hace dos años resistían, forzando la retirada de los realistas dirigidos por Joaquín de la Pezuela.
El Cabildo Porteño había cumplido un papel decisivo en la caída de Alvear y había designado a una Junta de Observación de cinco miembros, como órgano de control del nuevo director supremo.
El 9 de julio de 1816, en un día “Claro y Hermoso”, ante un público numeroso en que por primera vez se confundía nobleza y plebe llenando el salón y las galerías adyacentes, el diputado de Jujuy Dr. Sánchez de Bustamante, pidió que se diera prioridad al Proyecto de “Deliberación sobre libertad e independencia del país”.
No hubo discusión y a la pregunta de si deseaban que las Provincias de la Unión fuesen una Nación libre e independiente de los reyes de España, los diputados de la nación contestaron con una exclamación unánime; “Si Queremos”.
La votación individual, registrada por el Presidente, Dr. Francisco Narciso Laprida y el secretario Juan José Paso resultó unánime;
“Solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas provincias romper los vínculos que las ligaban a los Reyes de España, recuperar los derechos que fueran despojados e investirse del acto carácter de nación independiente del Rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli”.
Hoy, doscientos años más tarde, resaltamos el coraje y los valores que aquellos hombres, constructores de la nación supieron llevar adelante, para que el grito de libertad sea una realidad eterna.