Lo dice una frase popular y siempre se cumple: después de cada tormenta llega la calma. Así es que, luego de varias semanas de anegamiento y constantes precipitaciones, finalmente, el agua se retiró y los suelos de las regiones afectadas por el exceso hídrico reaparecieron. Ahora bien, ¿Qué sucedió con los nutrientes? ¿Se lavaron?
En línea con Miguel Taboada –director del Instituto de Suelos del INTA Castelar– en términos generales, “los macronutrientes vegetales –nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, azufre– y los micronutrientes –boro, manganeso, hierro, cobre– no se lavan por las inundaciones, excepto algunas formas minerales de nitratos y gaseosas de nitrógeno que se pierden en la atmósfera”.
A pesar de esta afirmación, el especialista recomendó a los productores realizar un análisis de los suelos que fueron afectados por las inundaciones para conocer en detalle los niveles de los nutrientes. Esto ayudará a diseñar una correcta estrategia de fertilización.
“Independientemente de que el suelo se haya inundado o no, hay que tener en cuenta que los niveles de extracción de la agricultura son muy importantes, por lo que antes de fertilizar se debe conocer la oferta disponible de nutrientes en el suelo”, subrayó el especialista.
A modo de ejemplo, Taboada explicó que “por cada tonelada de trigo extraída del campo tengo que tener disponible en el suelo alrededor de 33 kilos de nitrógeno”.
Agua: dime el origen y te diré las consecuencias
“Existen distintos tipos de inundación según el origen del agua, ya sea de lluvia o de napas”, detalló el director quien agregó: “Para el primer caso se trata de agua no salina por lo que estas inundaciones no son nocivas ni para el suelo ni para los nutrientes en general pero, sí para el nitrógeno como nitratos”.
En el caso que la inundación sea causada por agua de lluvia, generará un efecto de dilución sobre las sales presentes en la solución del suelo, en condiciones deficientes de aireación para las plantas cultivadas y de baja transitabilidad para vehículos y hacienda.
Por lo contrario, cuando las capas freáticas ascienden las consecuencias de la inundación dependerán del nivel de mineralización que posee el agua subterránea y del tipo de sal prevaleciente.
El impacto sobre el suelo dependerá si el sodio se presenta en forma de cloruros o sulfatos habrá una salinización temporaria y una leve sodificación con problemas de toxicidad y falta de agua para los cultivos.
En cambio, si los aniones acompañantes del sodio son el carbonato y el bicarbonato habrá una sodificación severa y duradera con consecuencias serias sobre los suelos como la desestabilización de los agregados y la obturación de los poros, procesos que reducen la infiltración y la porosidad y se altera la retención del agua.
No todo está perdido y, de acuerdo con Taboada, “existen diferentes herramientas de recuperación que pueden ser químicas, físicas o biológicas que requieren la atención y dedicación del productor”.
Fuente: INTA